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Voces Del Arcano.


Es el amanecer el que escudriña todo pensamiento presente de la cotidianidad.
Es observar el sol treparse en las montañas mientras el frio cala tus huesos.
Es un momento que dibuja en el cielo muchos momentos.
Es un momento que tiene que vivirse mientras tus pupilas te quieren muerto.
Es siempre sentir tu carne tiritar sumergida en el insondable azul del firmamento,
Y la palabra ya no tiene sentido para tu alma,
Mucho menos para el audaz remordimiento.
Solo las voces del arcano te susurran lo que tu cotidianidad te niega desde hace tiempo.
Es como un cuento eterno,
De esos cuentos que no te atreves a gritar el final.
Julián Martínez.

Catatónico...


Entender las voces que desdibujan mi cabeza….
Son los coherentes de todo lo contrario que solo en las noches se atreven a gritar.
Dibuja la lluvia caer en tu habitación,
Veras como las palabras se ahogan en el fondo… donde habitan las baldosas.
Piden, exclaman para tratar  de existir,
Para querer existir…
Miras tus paredes en la oscuridad y vez los cuadros allí colgados,
Como ventanas que sangran tus heridas,
Y allí, en ese momento,
En medio de todo tu silencio perpetuo,
Te ensordece un pavoroso silbido en lo más profundo de tu habitación,
O tal vez en tu cabeza…
Pero…
Hay veces es mejor conservar tu realidad catatónica,
Cuando el gemido ajeno exige un poco más de orgullo por aparentar un rostro que ni siquiera se merece.
Julián Martínez.

Momentos oníricos.


 Así sucedió…
Como un estallido en lo más profundo de mi cabeza distorsionando mi psiquis para observar lo que sucedía.
El sueño que casi nadie quiere soñar…
Postrado en una mesa mirando el horizonte como se evidenciaba todo,
Las voces del sigilo se despedazaban en gritos para fundirse en el viento,
Y las personas escuchaban aquello que salía de mi cabeza.
Reflexión perpetúa y tranquila de mi conciencia al saber que ellos ya la escuchan…
Y gritaban enardecidos desbordados de anarquía como aquel se siente en llamas y busca irremediablemente como extinguirlas sin enterarse,
Que lo que arde son sus almas,
Y el cielo se abría en espiral para darle la bienvenida a las estrellas que caían sin respetar al sofocado aire.
Ahora todo era rojo y mis lágrimas sabían a sal,
Los seres de luz se concedían sobre las cabezas de las personas paralizando todos los rincones de la ciudad.
Había silencio y todos los ojos dejaron de brillar y se desvanecían hacia el inagotable resplandor.
Mis pies se sumergieron en mi sombra como si ella tratara de sacarme de aquella realidad.
Oh soledad mía…
Caía  al oscuro abismo mientras me enteraba que posiblemente lo real,
Es una ilusión perfecta para mi espíritu…
Julián Martínez.